Los términos eran esos: cinco u ocho palabras que hilvanadas en una oración, construyeran una frase concisa e impactante. Un concepto seductor. Bajó del colectivo apurado por un vendedor ambulante de boligrafos y pantys, dale papá, que se me pira el otro bondi, y en el atropello del descenso, en el apabullamiento de una ciudad que reventaba de nuevo en sus y en los de todos, halló la articulación perfecta.
Sus cancipoemas atonales se encajonaron un tiempo.
Él masticaba el imaginario a medida que se acercaba a su almohada, ella esperaba no más que un lo siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario