Convertía todo en oro, Midas me decían por Entre Ríos y Belgrano. de a poquito me fui pudriendo y el don con el que había sido agraciada se desvaneció en reiteraciones neuróticas y lastimosas. Volví a pisar las mismas calles sin entender bien si caminar por la vereda del sol o por la mitad de la avenida me curtiría, o serían solo muestras gratuitas de lo vulnerable que soy al desamor. Porque hay algo cierto en todo esto. Soy muy vulnerable a los agentes externos, a la grandilocuencia de las causalidades. Intolerante al devenir irrefutable que somos. Savater en un ensayo exponía que para ser realmente ¨felices¨ necesitábamos olvidar de por vida que la muerte es el fin de todo ésto. Hacerse complice de la farsa, comprarse la mentirita que sacaron en cómodas cuotas nuestros antepasados, nuestros contemporáneos y seguramente inhalarán nuestros hijos.
La muerte es lo atractivo de estar vivos, es el factor sensual de las decisiones, si elijo mal seguramente vuelva a morir.
Hay que ser bien warrior para dormir abrazada a la parca y sin embargo darse una ducha, ponerse un vestido rojo y salir a patear Bs As.
tan cobarde y tan valiente como un suicida
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