sábado

recargado

por aquel entonces revisaba la correspondencia de mi papá, vestía blusas pastel, me acostaba cada noche con imposibles diferentes. Los días impares el amor me lo hacía Martín, los pares Federico, los domingos , arbitrariamente, amanecía ahogada en Lucio o Luciano -no recuerdo claramente a que respondía el diminutivo Lu-. Estaba asociada a un club de crítica: evaluábamos la moda urbana de las temporadas nacientes, las películas socialistas rusas de principio de siglo XX, la columna de Facundo Sosa en Página 12 y el color destinado por la Intendencia a señalizar las autopistas recién erguidas pasando Parque Lezama. No comia carne roja, fumaba marlboro light y el cabello despeinado a la izquierda, siempre.
en ese entonces.
en este entonces, donde el olor a sexo de las sábanas remite a historias vedadas, donde las películas de antaño dieron espacio a narrativas con condicionamientos tan intensos como sutiles, donde las autopistas ya no tienen corazón, y la carne cotiza como el cobre.
En este entonces, empecé a vestir rojos, a usar recogidos, y gustar de Almodovar.
Las cartas a papá dejaron de llegar
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