-Puesh joze, hazme el favor de trabajar tú por la noche, io quiero disfrutar la rumba de hoy. Prometo reemplazarte dosh díaz zeguidosh.
Y qué va, acepté. Ley seca en Montañita, el día después: jornada electoral comunal. En la discoteca donde trabajábamos habían decidido hacer caso omiso a la normativa doblando la apuesta organizando una fiesta de alcohol libre para cualquier turista a 10 dólares el ingreso. No me interesaba. Prefería dos días libres panza arriba en la playa.
Permanecí toda la noche en el bar de adelante, atendiendo moribundos sobrepasados de alcohol y merca, lidiando con una fiesta a mis espaldas que solo escupía trabajo.
Mientras corría de mesa en mesa, un francesito cae desmayado en la barra. Pedía mojitos, sólo quería mojitos. Y con cada pedido tiraba la billetera, el pasaporte y las llaves de su hostal al piso.
No podía siquiera levantar cabeza. Solo volvía a su posición inicial para exigir un nuevo mojito y reincidir en dejar caer la billetera, el pasaporte y las llaves de su hostal al piso.
La quinta vez que comandé el trago y levanté sus cosas, le dije clarito, que a mi parecer se estaba sobrepasando un poquito con la jodita, que se fuera a descansar. Se rió. Me preguntó mi nombre, se presentó y, calculo, se habrá ido a dormir.
A la tarde siguiente, en el patio de Motor, aparece Guet, se llamaba Gaetón, se acercó a saludarme y a agradecer el particular cuidado que mantuve con sus cosas, vivía en la cabaña contigua. Se quedó con nosotros conversando, hablaba un español perfecto, vestía una remera zapatista que me cautivó un poquito, y tenia una trenza de colores que siempre usaba a un costado de su melenita rubia. Esa noche tocaban jazz en la playa, y quedamos en ir todos a tomar una cervezas y pasar un buen rato.
Asì fue. Fui descalza, desarreglada,con sueño; al dia siguiente seguíamos viaje con Luciana al norte. Me despedí con abrazos de muchos, con sonrisas de otros, y me fui a dormir.
Ya en las sierras, cuatro días después, recibo un simpático mail de Guet, que había conseguido mi dirección por otra larga historia. Me hablaba de amor, de conexión, que él iba hacia el sur, y que mi camino era el norte. Que me deseaba lo mejor y que seguramente volveríamos a cruzar rutas.
Yo, que venía de una separación hacía no menos de un mes, que no pensaba en AMOR, sino en desamor, contesté unas lindas palabras y continuamos en contacto por unas semanas, contándome de Lima él, su lugar de residencia en aquel momento y yo de Quito, ciudad que había elegido para quedarme largo rato.
A los días un reencuentro terrible con la persona que no quisiera volver a cruzarme en ningún puerto, yo, que soy intolerante al devenir irrefutable que somos, me desvanece el alma, y vuelvo a los mocos y a toda esa manía de pensar que el poder no está en mí. Me vuelvo a casa, me dije. Me cansé, me vuelvo a mi familia, a charly por las noches, a la Casona, a pringles y la vía. Colombia quedará para otra instancia, venezuela para otra distinta. Esa tarde me conecté, le pedí a mi mamá que girara el dinero restante y escribí a Guet contándole mi decisión.
Esa misma noche, mientras terminaba de armar la mochila, bajé a revisar la contestación de mi vieja, y un Guet que habia escrito ¨no te muevas, Maga, no vas a volver, tenés que seguir. Te voy a buscar, me quedo con vos hasta que te recuperes. En dos días estoy ahi¨, me desbarató el corazón, pero yo no podía, no podía encarar nada, estaba sumida en el regodeo de la tristeza. Pensar en otro hombre atentaba mi pena. Le aclaré la situación; venía igual.
Dos días más tarde, una mañana repleta de sol, estaba Guet golpeándome la puerta, lleno de sonrisas, con sus clavas de fuego, con su trenza tan linda acostada en su hombro.
Lo que siguieron después fueron 30 días de amor, de amistad, de robarnos todas las mañanas los periódicos del hotel para llenar los crucigramas mientras tomábamos tecitos y pan con mermelada, de pasear por la ciudad vieja, de pasar horas en la bibioteca del centro buscando libros que fotocopiar que valieran la pena embarcar con tantas cosas que cargábamos, de borracheras en la terraza, de partido comunista marxista leninlista. Mucha magia. Me fui recuperando, el encargado de que yo no perdiera nada era él en esa instancia, los papeles se había invertido de manera inesperada e increíble. Mágico, sí.
Nos separamos. Él tenía un proyecto social que continuar en Andahuaylas y yo viajaba a Mompiche a seguir rumbo norte. Nos despedimos en la terminal nueva, esa que estaba lejos lejos. Nos abrazamos y nos emocionamos. Había estado bueno, no hubo besos, no hubo sexo, hubo hermandad.
Ayer recibí un mail, 8 meses después de Quito. Abandonó su casita rodante de Bretaña, se muda a Toulousse. ¿tu codigo postal? te mando la camperita adidas que prometí, la de mi tío, te llega en unos días. nos vemos acá, argentinita.
nos vemos allá.
Oui.
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