domingo

Emiliano Caram, biólogo.

¨Desde que nací, no hice más que comer ira. La mía propia. Nunca reacciono, jamás lo hice. Toda ofensa, todo desengaño, discurso desagradable, bofetada, rechazo, dedo índice que me señalara, risa burlona, traición, desencanto y cien diferentes formas de insulto que recibí, tuvieron por respuesta mi total quietud. No moví un músculo, no se alteró mi mirada ni se despegaron mis labios. Porque no se habla con la boca llena, y yo estaba masticando. Masticando mi vergüenza, mi furia, mi humillación, mi fuerza sin empleo, mi amor propio, formando un bolo venenoso, siempre lo mismo, mi principal alimento. Así crecí, tierno por fuera, un gatito al que es lindo acariciar, al que dan ganas de acariciar, pero que al rato aburre, porque no ronronea ni eriza lo pelos del pescuezo, porque no da ni una pista que diga si el contacto le resulta agradable o le repugna, le divierte o le fastidia. Solo se deja. Y la mano curiosa, lógicamente se retira.
Pero por dentro, otra cosa.
Lo que me salva es el sueño. Cada noche mi mente crea un negativo del día que pasó. Cada noche se invierte la polaridad de mi conducta y no soy yo o soy demasiado yo. Cada noche, hago.
Anoche tuve un sueño distinto, no puedo olvidarlo, fue más real que cualquier otro, más real que tomar un vaso de agua, fue horrendo, apocalíptico. Y me gustó. Den gracias, les digo en serio, porque me puse a escribir este texto, que es el punto de fuga necesario para que el sueño en sueño quede y no se haga realidad.
Soñé que estaba sentado en una silla y frente a mí había un hombre de pie. Tuvimos una charla breve que no recuerdo. Él la dio por terminada con unas palmaditas en mi hombro y una sonrisa condescendiente que al parecer colmó mi resistencia, porque enseguida lo agarré del brazo, tomándolo por la muñeca. La sonrisa se le borró. Apreté y sus huesos se rompieron bajo mi mano, el hombre gemía. No me conmovió y con la mano libre aferré su cuello. Lo que sigue es un poco asqueroso de contar. Sepan que involucra las palabras descuajar, extirpar, desollar, la mención de algunos órganos vitales y no vitales, la explicación de que el proceso llevó su tiempo y la descripción minuciosa de alguien que se ríe a los gritos. Para cuando terminé, mi cabeza topaba con el techo. Despreocupado de los vecinos, a golpes demolí mi casa. Salí a la calle, enorme. En la esquina me crucé un gatito, hice la inevitable comparación y lo pisé. Me hice más grande. Arranqué el techo de una casa y encontré una familia sentada a la mesa. La última cena. Abracé un edificio y lo derribé. Me recosté sobre un barrio. Bebí un río. De un golpe apagué Noruega. Como quien espanta un mosquito, con el revés de la mano me saqué la Luna de encima. Y de un bocado engullí la Tierra.
Desperté.
Para que esto no ocurra nunca, voy a escribir. Para despresurizar. No porque me importe mucho de nada.
Para no quedarme solo.¨

by emi

4 comentarios:

Anónimo dijo...

hace mucho un texto no me removías las tripas

gracias

L ... dijo...

extrañaba estos textos... !

Maga dijo...

El punchador is alive

LlenameLaCanastaDePastoVerde dijo...

adore